Ella escucha su propia respiración, pausada y tranquila. Se concentra en el subir y bajar de su pecho. No quiere contener el aire por si acaso oye a su corazón gritar sentimientos. No quiere escucharlos. Sabe que no son nuevos y que causan dolor. En cambio sonríe, anda erguida y levanta la cabeza. Nadie se percata de que lucha consigo misma para acabar irremediablemente perdiendo.
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