Noviembre siempre me parece un mes revuelto, un mes de fantasmas, sobre todo desde que paseé de tu mano por el infierno.
Ahora soy yo quien saca los fantasmas a pasear y los sienta al sol, junto a mi, bien pegaditos, para ver si me dan calor, pero solo consigo que el frío del corazón se extienda hasta los huesos y recorra mi espina dorsal. Aunque guardo la esperanza de que al igual que la humedad de la ropa recién tendida poco a poco se evaporen y se difuminen con las nubes y lleguen el cielo que es donde deben estar y desde donde nunca debieron salir.
Y es que me los voy encontrando por todos lados. Se cuelan en mis sueños para confundir mis ideas, mis anhelos, mis invenciones.
Los veo en el espejo cuando me miro de frente y escribo mis logros con rotulador rojo mientras me quito la ropa para ver si así encuentro en que parte de mi buscan cobijo.
Se mezclan en mis recuerdos reviviendo aquellos en los que ellos están presentes como si de entre el puñado de fotos de mi vida sacaran solo las que posaron para mi.
Con la intención de ahuyentarlos invento pócimas donde mezclo autoestima con miedos, recuerdos, experiencias, cicatrices, retos de futuro y una gran dosis de fuerza, dejando macerar la mezcla durante 21 días.
Hablo de ti aunque callo lo que no quiero escuchar para no emborronar mis ilusiones, porque los demás no son tú y tú no estás en los demás aunque mis fantasmas me engañen, te conviertan en una ilusión óptica y me hagan pensar que si.
Y es que ya no se sin son ellos los que me buscan a mi o yo quien los busca a ellos... por no sentirme sola, porque aprendí a convivir teniéndolos de compañeros en la soledad, porque los alimento por pena de deshacerme de ellos o miedo a echarlos de menos y se han tomado demasiadas confianzas ganándome terreno.
Porque paseé por el infierno de tu mano y no me quemé la piel pero me abrasé el corazón y a pesar de todas las vueltas de pintura aún a veces se puede percibir el olor a desencanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario