lunes, 6 de septiembre de 2010

La diferencia entre consejo y opinión

Siempre he pensado que si los consejos costaran dinero dariamos muchos menos. Y es que los consejos a pesar de lo bienintecionados que puedan parecer acaban siendo una forma bastante diplomática de juzgar a los demás o de decirle cómo deben de vivir su vida, además de privarnos a nosotros mismos del tremendo placer de que nos pregunten nuestra opinión sabiendo que les interesa lo que le vamos a decir y lo valoran.
Hoy hablando con una amiga me ha dado pena comprobar como los mágicos consejos de la gente que "nos quiere" puede condicionarnos de tal forma que coarten nuestra libertad precisamente con quien deberíamos sentirnos más libres.
Con el tiempo me he dado cuenta que una de mis virtudes es saber escuchar. A veces esta virtud se vuelve en mi contra porque acabo sintiéndome insignificante cuando la otra persona asume radicalmente el papel de hablante. La verdad es que me cuesta dar consejos. Incluso cuando me los piden acabo analizando los pros y los contras de la situación, barajando de forma externa las posibilidades y haciéndole caer en la cuenta a la otra persona que tiene opciones para elegir y no solo un callejón sin salida. Porque hay un millón de formas de ver las cosas y no solo la nuestra, siempre es preferible un "yo lo que haría en tu situación..." que un "lo que tienes que hacer..." por muy amigable que sea.
Al menos así es como me gusta a mi hacer las cosas y aunque sin ánimo de imponerlas es un aspecto que valoro muchisimo en la persona que tengo enfrente y un detalle determinante en alguien que acabo de conocer. Si esa persona abandona su ego para darte a ti el papel principal, es ya de por sí una persona interesante. Porque nuestras cosas son importantes y es maravilloso compartirlas pero probablemente aprendamos más escuchando que hablando.
Cómo le digo a mis alumnos: tenemos dos orejas y una boca por lo tanto deberíamos escuchar el doble y hablar la mitad.

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